Circuitos de inteligencia emocional: el circuito de papez

La inteligencia emocional es una habilidad crucial en la vida cotidiana, ya que nos permite reconocer, comprender y gestionar nuestras propias emociones y las de los demás. Los circuitos de inteligencia emocional son las estructuras nerviosas en el cerebro que están involucradas en el control de las emociones y en la experiencia emocional. Uno de los circuitos más importantes en este sentido es el circuito de Papez.

Índice
  1. Qué es el circuito de Papez
  2. Historia del circuito de Papez
  3. Controversia del circuito de Papez
  4. El circuito de la furia

Qué es el circuito de Papez

El circuito de Papez es un conjunto de estructuras nerviosas situadas en el cerebro, que forman parte del sistema límbico y están implicadas en el control de las emociones. Este circuito comienza cuando un estímulo emocional se presenta. El estímulo llega directamente al tálamo, de donde va a la corteza sensorial y al hipotálamo. La información proveniente de estas dos estructuras es integrada por la corteza cingulada o corteza cingulada, lo que da lugar a la experiencia emocional.

Papez demostró que la corteza cingulada y el hipotálamo están interconectados mediante el núcleo anterior del tálamo, el hipocampo y los cuerpos mamilares. Estas conexiones son necesarias para el control cortical de la expresión emocional. El circuito de Papez es esencial para la experiencia y el procesamiento de las emociones.

Historia del circuito de Papez

El circuito de Papez fue descubierto por Christofredo Jakob, un neurobiólogo y filósofo germano-argentino, en 190Jakob llamó a este circuito el cerebro visceral y comunicó su descubrimiento en numerosas ocasiones en castellano y en alemán. Sin embargo, las rivalidades entre las grandes potencias parecen haber llevado a que su descubrimiento se mantuviera silenciado en las neurociencias angloestadounidenses.

En estas neurociencias, el descubrimiento del circuito de Papez fue erróneamente atribuido a James Papez, quien lo describió parcialmente en un breve artículo científico en inglés tres décadas después. A pesar de los intentos de algunos científicos argentinos de denunciar este error, el silenciamiento continuó y la falsa atribución se extendió.

Afortunadamente, en 2008, Lazaros C. Triarhou conmemoró el centenario del descubrimiento de Jakob del cerebro visceral y destacó la precedencia desatendida en neurobiología de los afectos. Triarhou puntualizó que Jakob describió la participación de los cuerpos mamilares, los núcleos anteriores del tálamo, la corteza cingulada e hipocampo en el circuito del cerebro emocional en sus monografías de 1911 y 191

Controversia del circuito de Papez

La incorrecta atribución del descubrimiento del circuito de Papez a James Papez se mantuvo en las neurociencias dependientes de fuentes angloestadounidenses hasta 200Esta controversia ha sido aclarada por Triarhou, quien documentó la prioridad cronológica de Jakob en el descubrimiento del cerebro visceral y varios de sus elementos constitutivos esenciales.

El circuito de la furia

El circuito de la furia es otro nombre que se le da al circuito de Papez. Steven Pinker lo utiliza en su libro los ángeles que llevamos dentro para referirse a la sección del cerebro humano en la que se encuentra la parte más primitiva y común a todos los mamíferos. Este circuito se activa en momentos en los que el ser humano se comporta de forma violenta e irracional.

Pinker sostiene que el control sobre estas capas más primitivas del cerebro es limitado, lo que puede explicar por qué en ocasiones la capacidad racional no puede redirigir la conducta agresiva. El circuito de la furia es uno de los diversos circuitos que controlan la agresividad en los mamíferos no humanos y ayuda a comprender las diversas formas de agresividad también en los seres humanos.

Los circuitos de inteligencia emocional, como el circuito de Papez, desempeñan un papel fundamental en la experiencia y el procesamiento de las emociones. Es importante reconocer y comprender estos circuitos para poder desarrollar y fortalecer nuestra inteligencia emocional. A través de la práctica y la educación emocional, podemos aprender a gestionar nuestras emociones de manera saludable y construir relaciones más satisfactorias con los demás.

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