En el ser humano, existe la inteligencia moral como una de las múltiples inteligencias según el modelo de H. Gardner. Se trata de una capacidad que puede ser desarrollada y educada, y consiste en la habilidad para discernir cuestiones éticas, resolver problemas y enfrentar dilemas morales en diferentes contextos, situaciones y culturas. La inteligencia moral implica tener criterios para valorar nuestras propias acciones y las de los demás.
Relación con la inteligencia emocional
La inteligencia moral está estrechamente relacionada con la inteligencia emocional, la cual se define como la habilidad para manejar los sentimientos y emociones, discriminando entre ellos y utilizando esta información para dirigir adecuadamente nuestros pensamientos y acciones. Salovey y Mayer, quienes fueron pioneros en el estudio de la inteligencia emocional, establecieron esta conexión entre la inteligencia emocional y moral.
Para considerar una habilidad como inteligencia, esta debe tener la capacidad de resolver problemas de diversas naturalezas, como lógicos, lingüísticos, musicales, emocionales, entre otros. La inteligencia moral se encuentra en la intersección de las inteligencias lógica, emocional y social, y se relaciona con la personalidad.
Importancia en la educación
La educación juega un papel fundamental en el desarrollo de la inteligencia moral. Sin embargo, es posible que exista una falta de conexión moral en los individuos si no se ha despertado su sentido de la moralidad. Asimismo, una deficiente inteligencia emocional o un mal uso de esta puede contribuir a esta desconexión moral.
Es importante destacar que la desconexión moral no solo puede afectar a nivel individual, sino también a nivel societal. En ocasiones, una sociedad o parte de ella puede disculpar comportamientos inmorales para justificar ciertas acciones.
Diversas disciplinas como la psicología, la filosofía, la medicina, la pedagogía, la antropología y las ciencias neurológicas consideran al ser humano como potencialmente inteligente moral y emocionalmente. Sin embargo, estas dimensiones necesitan de la educación para su desarrollo pleno.
Una verdadera educación en la convivencia y la participación en el proceso educativo están estrechamente relacionadas con el ejercicio de la inteligencia moral, emocional y social.
La inteligencia moral es una capacidad que posee el ser humano y que puede ser desarrollada y educada. Esta habilidad nos permite discernir cuestiones éticas, resolver problemas y enfrentar dilemas morales en diferentes contextos y culturas. La inteligencia moral está estrechamente vinculada con la inteligencia emocional y se sitúa en la intersección de las inteligencias lógica, emocional y social. La educación desempeña un papel fundamental en el desarrollo de la inteligencia moral, emocional y social, y es a través de esta educación que podemos fomentar una participación activa en la sociedad y una convivencia ética y responsable.
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