Inteligencia animal: ejemplos sorprendentes

La investigación sobre la vida interior de los animales, sus sentimientos y procesos de pensamiento, apenas comienza. Durante gran parte de la historia, los biólogos y los comportamentalistas presumieron que la inteligencia animal se podía organizar de manera ordenada en una jerarquía. Homo sapiens se ubicaba en la cima, seguido de nuestros primates compañeros. Luego venían los otros mamíferos, las aves, los reptiles e insectos.

Sin embargo, en la década de 1960, una nueva generación de investigadores presionó al resto de la comunidad académica para concebir la inteligencia animal en términos más amplios. Consideraron que la definición convencional de inteligencia, algo compuesto por la conciencia y la capacidad de pensamiento abstracto, era demasiado específica de nuestra propia especie. Dado que cada animal ha seguido una trayectoria evolutiva completamente diferente, la inteligencia debería medirse en términos relativos en lugar de absolutos.

En las décadas siguientes, una variedad de tecnologías que nos permiten observar a los animales durante períodos prolongados sin perturbar sus rutinas normales revelaron comportamientos mucho más sofisticados de lo que muchas especies habían sido reconocidas anteriormente. En Melbourne, los drones controlados a distancia están ayudando a los investigadores a comprender mejor los patrones de reproducción de las ballenas francas australes. Mientras tanto, la inteligencia artificial está aprendiendo a comprender, rastrear y predecir los movimientos de los organismos.

Índice
  1. Inteligencia animal que se asemeja a la nuestra
  2. La evolución de la inteligencia animal

Inteligencia animal que se asemeja a la nuestra

A pesar de nuestra concepción en constante cambio de la inteligencia animal, es mejor reconocerla cuando el comportamiento de un animal se asemeja al nuestro. Tomemos como ejemplo a los elefantes, que se dice que recuerdan y regresan a los lugares de sepultura de los miembros fallecidos de su manada. Una revisión bibliográfica y un estudio de 2019 revelaron que también muestran un interés inusual en los cuerpos muertos de otros elefantes que persiste durante las etapas de descomposición, lo que indica su fascinación por la muerte e incluso puede insinuar su conciencia de su propia mortalidad.

Los delfines son un sujeto de prueba especialmente popular para los estudios de inteligencia. Ya en 2006, los investigadores sospechaban que estos mamíferos acuáticos utilizaban silbidos que actúan como análogos de nombres humanos, asignando una frecuencia única a cada miembro de un grupo. Mientras que muchos insectos se comunican a través de feromonas que siempre inducen respuestas predeterminadas, la comunicación de los delfines, al igual que el lenguaje humano, parece ser más flexible y dependiente del contexto. Un estudio de 2017 determinó que los delfines en Laguna, al sur de Brasil, habían desarrollado un acento distintivo después de más de 100 años de interacción sostenida con los pescadores locales.

Las muestras de alta inteligencia no se limitan a los mamíferos. Muchas aves, incluidos los loros, se organizan en grupos sociales complejos donde los miembros de su especie son tratados de manera diferente según su relación entre sí, un comportamiento que sugiere aptitud para el aprendizaje asociativo, uno de los varios marcadores de inteligencia. Y los insectos, por minúsculos que sean sus cerebros, poseen un repertorio completo de habilidades cognitivas impresionantes, desde el uso de herramientas y el reconocimiento facial hasta la competencia numérica y el aprendizaje por observación.

La evolución de la inteligencia animal

Reconocer la inteligencia es una cosa, entender de dónde proviene es otra. Hasta hace poco, los investigadores creían que el desarrollo de la capacidad cognitiva era algo único en nuestra línea evolutiva, que se extendía desde los mamíferos hasta los primates y finalmente hasta nosotros. Sin embargo, las investigaciones cuestionan esta hipótesis. Nuevas similitudes encontradas entre la estructura de nuestros cerebros y los de los cefalópodos, por ejemplo, sugieren que la inteligencia podría ser el producto de una evolución convergente, es decir, un objetivo al que cualquier especie puede llegar siempre que esté sujeta a las presiones ambientales adecuadas.

La investigación sugiere que la inteligencia, lejos de organizarse en una jerarquía, en realidad se distribuye de diferentes formas en el reino animal. En particular, una encuesta de 2020 encontró que la mayoría de los animales mostraban habilidades excepcionales en dominios cognitivos individuales mientras se desempeñaban mal en otros. Los chimpancés, por ejemplo, tienen una mejor memoria a corto plazo que los humanos, presumiblemente porque la memoria a corto plazo es más útil en la vida salvaje, donde se deben tomar decisiones de vida o muerte a diario y en un abrir y cerrar de ojos.

El estudio de la inteligencia animal se ve muy influenciado por los avances en la neurociencia. Se sabe que muchos animales poseen memoria semántica, la capacidad de asociar una cosa con otra, como el dolor de una picadura de abeja con la aparición de una abeja. Sin embargo, estudios recientes sugieren que algunas especies como las ratas y las palomas también son capaces de tener memoria episódica, es decir, la capacidad de recordar experiencias anteriores al revivirlas brevemente en su mente.

La inteligencia está relacionada con otras cualidades mentales que durante mucho tiempo se consideraron exclusivamente humanas, como la sensibilidad y la autoconciencia. La mayoría de los grandes simios ya han demostrado su capacidad para reconocerse en un espejo, al igual que los delfines y los elefantes. En el pasado, se enseñó con éxito a los macacos Rhesus a reconocer su propio reflejo cuando naturalmente no estaban inclinados a hacerlo, lo que sugiere que, tal vez, la conciencia de sí mismo es una habilidad que se puede entrenar.

Resulta que descubrir cómo se siente un animal es aún más difícil que descubrir cómo piensa. Los estudios, impulsados en parte por las crecientes demandas de los activistas por los derechos de los animales, concuerdan en que es muy probable que todos los vertebrados sean capaces de experimentar dolor debido a las similitudes en sus sistemas nerviosos. Sin embargo, la mayoría de estos estudios se han centrado exclusivamente en si los animales pueden experimentar emociones negativas en lugar de positivas, lo que significa que todavía hay mucho que no sabemos sobre su vida interior.

A medida que pasa el tiempo, continuamos asombrados por el nivel de complejidad cognitiva que exhiben los animales. A veces, el método detrás de su locura puede ser difícil de detectar, especialmente cuando está obstruido por eones de divergencia evolutiva. La tecnología moderna y los marcos teóricos finalmente nos permiten observar con cierta precisión, y aunque la búsqueda comenzó hace apenas unas décadas, ya hemos descubierto más similitudes entre los animales y nosotros de las que esperábamos.

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