En la sociedad actual, estamos constantemente bombardeados con información y tareas que requieren nuestra atención. La exigencia de realizar múltiples actividades a la vez y la acumulación de preocupaciones pueden acelerar nuestra mente a una velocidad aterradora. Sin embargo, ¿qué efecto tiene esto en nuestra inteligencia?
La relación entre la velocidad de pensamiento y la inteligencia
En el siglo XIX, Sir Francis Galton, reconocido como el padre de la psicometría, creía que la velocidad de reacción era un indicador de la inteligencia humana. A través de sus estudios, Galton encontró una correlación débil pero significativa entre los tiempos de reacción cortos y los puntajes altos en pruebas de inteligencia.
Investigadores posteriores también han explorado esta relación, y aunque algunos estudios recientes no han encontrado una conexión consistente, otros han demostrado que existe una correlación débil pero evidente entre los tiempos de reacción cortos y los puntajes altos en las pruebas de inteligencia. La lógica detrás de esta relación es que cuanto más rápido viajan las señales nerviosas desde los ojos hasta el cerebro y hacia los circuitos que activan las neuronas motoras, más rápido procesa el cerebro la información que recibe y más agudo es nuestro intelecto.
Un estudio realizado por el psicólogo Michael Woodley de la Universidad de Umea en Suecia y sus colegas utilizó más de un siglo de datos sobre tiempos de reacción para comparar nuestra inteligencia con la de los victorianos. Los resultados de este estudio cuestionan nuestra creencia de que nuestras vidas aceleradas son un signo de nuestra productividad y aptitud mental. Según los cálculos de los investigadores, los tiempos de reacción han disminuido en promedio 16 puntos de CI por década, lo que significa que somos mentalmente inferiores a nuestros antepasados victorianos en aproximadamente 13 puntos de CI.
Esto plantea la pregunta de si pensar más rápido nos hace realmente más inteligentes. Si bien la velocidad de pensamiento puede ser un indicador de la agilidad mental, la inteligencia no se limita a la velocidad. La capacidad de hacer conexiones rápidas es importante, pero también lo es la capacidad de hacer conexiones correctas.
El impacto de pensar demasiado
En la era digital actual, estamos constantemente expuestos a una sobrecarga de información y a la necesidad de realizar múltiples tareas al mismo tiempo. Esto puede tener consecuencias negativas en nuestro bienestar físico y psicológico, y puede acelerar nuestra mente a una velocidad aterradora.
Un estudio encontró que el 73% de los adultos entre las edades de 25 y 35 piensan demasiado, al igual que el 52% de las personas de 45 a 55 años. Pensar demasiado puede llevar a la llamada parálisis de análisis, donde nos preocupamos por posibles consecuencias que pueden no suceder y nos paralizamos a la hora de tomar decisiones.
Además, pensar demasiado puede disminuir la creatividad. Si bien puede generar nuevas ideas, también puede crear obstáculos mentales que dificultan pensar fuera de la caja. Un estudio realizado por la Universidad de Stanford encontró que cuanto más se pensaba durante un dibujo, menos creativo era el resultado.
Otro efecto negativo de pensar demasiado es la disminución de los niveles de energía. Pensar demasiado requiere mucha energía mental, lo que puede llevar a la fatiga y al agotamiento. Además, puede dificultar conciliar el sueño, ya que la mente acelerada puede evitar que nos relajemos lo suficiente para dormir.
Por último, pensar demasiado puede afectar el apetito. Puede suprimir el apetito en algunos casos, pero en otros puede aumentarlo. El estrés causado por el pensamiento excesivo puede llevar a comer en exceso y elegir alimentos poco saludables.
Cómo controlar el pensamiento excesivo
Para prevenir los efectos negativos del pensamiento excesivo, es importante aprender a gestionar nuestros pensamientos. No podemos permitir que nuestra mente piense sin control, ni sufrir o preocuparnos por anticipación. Debemos ser libres para pensar, pero no esclavos de nuestros pensamientos.
Una técnica útil para controlar el pensamiento excesivo es la técnica del DCD (dudar, criticar y determinar). Consiste en cuestionar nuestros pensamientos, analizar su validez y determinar si son útiles o no.
Además, es importante encontrar momentos de calma y tranquilidad en nuestra vida diaria. Practicar técnicas de relajación, como la meditación o el yoga, puede ayudar a reducir el estrés y promover la claridad mental.
Pensar mucho no necesariamente nos hace más inteligentes. Si bien la velocidad de pensamiento puede ser un indicador de agilidad mental, la inteligencia no se limita a la velocidad. Es importante encontrar un equilibrio entre pensar rápido y pensar correctamente, y aprender a gestionar nuestros pensamientos para evitar los efectos negativos del pensamiento excesivo.
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